viernes, 24 de agosto de 2018

Solo di hola

Recuerdo que cuando era adolescente iba a la iglesia y en las clases se hablaba sobre el servicio a los demás. En una ocasión se nos enseñó que decir “hola” podía ser un acto de servicio, pero no entendí ese concepto. Parecía como que era lo más mínimo que uno podía hacer para servir a otra persona. Cuando era niña, mis padres también me enseñaron a saludar a todo mundo, pero no siempre me gustaba hacerlo, ya que era sumamente tímida. Sin embargo, ¡ahora la cosa ha cambiado!

Ese hola que es lo mínimo que uno puede hacer, podría ser todo lo que necesita una persona que padece de ansiedad.

En años recientes, la situación siguiente sucedió varias veces: Una persona a quien conocía pasaba a mi lado y yo trataba de hacer contacto visual con ella para saludarla, pero la persona se seguía de largo sin decir nada. Cada vez que esto sucedía, se me venía a la mente un torrente de sentimientos negativos. “Seguramente no le caigo bien. No le agrado a nadie. Nunca voy a poder hacer amigos”. Esas ideas se intensificaban cada vez más, lo cual me causaba tristeza y desesperación. Esos actos tan sencillos de la gente me generaban una gran ansiedad y depresión.

No obstante, gracias a la ayuda que he recibido, he podido condicionar mi mente para tener pensamientos más sanos. Hay millones de razones por las cuales una persona tal vez no me salude. Puede que sea un mal día para ella. Es posible que la persona sea tímida. Es probable que sus padres no le hayan enseñado a saludar y simplemente no está acostumbrada a hacerlo. ¡Tal vez su ansiedad sea peor que la mía!

Otra manera de hacer frente a la ansiedad consiste en aceptar que, en efecto, quizá NO le caigas bien a la persona. Sin embargo, ¿en serio es el fin del mundo si eso resulta ser verdad? Jesús fue la persona más amable y agradable del mundo y aun así fue adespreciado y rechazado entre los hombres” (Isaías 53:3).

Cada vez que alguien me lastime puedo acudir al Salvador y saber que Él comprende lo que es sentirse rechazado. La gente ha hecho cosas peores aparte de evitarme a mí, pero sé que gracias a que Cristo estuvo dispuesto a sufrir todas las cosas por las que nosotros tenemos que pasar, “por sus heridas fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:5). Él me ha sanado de mucho dolor, y por medio de la obediencia a Sus mandamientos me ha ayudado a ser una mejor persona.

En lugar de preocuparme de lo que los demás piensan de mí, debo prestar más atención a aquello que puedo controlar. Puedo ser yo la primera en saludar y, aun si la persona no responde con amabilidad, por lo menos hice mi parte al extender compasión hacia ella. Puedo optar por actuar como un verdadero discípulo del Señor.

El servir a los demás, incluso mediante la forma más básica de servicio, me ha ayudado a sentirme mejor conmigo misma.  También he sido bendecida, porque hay personas muy buena onda con quien he entablado amistad con un simple “hola”.

Te exhorto de corazón a decir simplemente “hola” a todo mundo. Realmente marca 
una gran diferencia.

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